No suena el despertador. No existe. Te despierta el sonido del mar y el lejano graznido de los zanates. Los primeros rayos del sol se cuelan por las escotillas. Sales a la vida y respiras la brisa con aroma a sal, que poco a poco se convierte en aroma a café, buen café panameño. Empieza un nuevo día en San Blas, en la increíble región Guna Yala. Olvidas las prisas y adoptas el ritmo lento del Caribe. Y vives.
Nos vamos a navegar. Empujados por el alisio llegamos a otra isla casi desierta rodeada por aguas de cristal. Llegas en kayak a la orilla. Hundes los pies en la suave arena blanca y te recuestas a la sombra de una palmera infinita. Un hombre indio te ofrece un coco y te lo bebes. Comemos pescado fresco y langostas. Todo sabe a paraíso.
Bajo el agua transparente buceas entre peces tropicales y corales de color. Ves estrellas de mar, caracolas y rayas que pasan como volando. Te tumbas al sol en la red de proa y absorbes su energía. El atardecer es un momento mágico en San Blas. Lo disfrutas con tus amigos y una sabrosa piña colada.
La noche cae y volvemos a probar bocados de paraíso. Esta vez un poco de sashimi con salsa criolla. El fuego prende en la playa. Bajas y te hipnotiza y conoces a otros marineros que pasaban por allí con los que compartes, a veces sin palabras, esta experiencia única llamada San Blas.
A bordo te espera una cama que se mece con las olas. Te duerme el sonido del mar. Los zanates ya no graznan. Y sueñas que te despiertas, porque la vida en este mar es lo mejor que podías imaginar.
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